PS: 10,55% DE VOTOS Y CUATRO PRESIDENCIABLES
Por Antonio Cortés Terzi

El PS ha perdido mucho de sus características culturales y conductuales históricas (amén de varios otros rasgos tradicionales), pero, con esta amplia oferta de candidaturas pareciera haber recuperado, al menos temporalmente, algo de su antigua y simpática “patudez”.

Hasta ahora se contabilizan cuatro candidatos o precandidatos presidenciales proclamados o autoproclamados desde las filas del Partido Socialista: Ricardo Lagos, José Miguel Insulza, Jorge Arrate y Alejandro Navarro.

El PS ha perdido mucho de sus características culturales y conductuales históricas (amén de varios otros rasgos tradicionales), pero, con esta amplia oferta de candidaturas pareciera haber recuperado, al menos temporalmente, algo de su antigua y simpática “patudez”.

Cómo no va a ser –en apariencia o a primera vista- simpático y patudo que un partido con una votación promedio, desde la recuperación de la democracia, de un 10,55% se considere en condiciones de proponer cuatro candidaturas presidenciales.

El promedio señalado corresponde, según estudio del Centro Avance, a las votaciones que ha obtenido el PS en las cuatro elecciones comunales, que son las que mejor permiten medir nacionalmente la votación del PS como fuerza individualizada. Como se sabe, en las elecciones parlamentarias nunca se ha presentado en todos los distritos y sus candidatos han sido apoyados por el PPD. Pero si alguien prefiere cuantificar el electorado del PS en virtud de ese tipo de elecciones, el panorama no cambia mucho. Sin considerar la primera parlamentaria (1989), consiguió su mejor votación en las elecciones de 1993 que representó un 11,93%, mientras que el peor porcentaje, 10,0%, lo obtuvo en 2001. En la última parlamentaria su porcentaje fue de 10,9%. En suma, es un partido con un electorado que está entre el 10% y el 11%. Y con una clara tendencia al estancamiento en esas cifras.

A la luz de estos datos, la oferta de cuatro presidenciables ya no parece una reminiscencia de su histórica y simpática “patudez”, sino más bien refleja conductas temerarias, sin proporciones racionales y hasta con sesgos de frivolidad.

Hace rato que la Concertación vive con una salud políticamente delicada. Y no mejora –y no va a mejorar sustantivamente- mientras no se someta a un tratamiento reconstructivo de envergadura histórica. Diagnóstico que, por lo demás, se encuentra bastante consensuado y se repite casi a diario.

El hecho que la Concertación no se decida a entrar a una terapia reconstructiva –pese a lo compartido del diagnóstico- encuentra una explicación en el hecho que en una reconstrucción, si bien gana la totalidad, inevitablemente pierden algunas de sus partes. Son esas partes las que inconsciente o premeditadamente resisten la aceptación del tratamiento.

Una segunda razón que explica el mismo fenómeno es la enorme influencia que ejercen en su seno, lo que en estas columnas se ha dado en llamar la “ideología del gobiernismo” y el “gobierno centrismo” del que pecan los partidos y liderazgos de la Concertación. La reconstrucción que se requiere alude fundamentalmente a su condición de cultura de centroizquierda y no directa y prioritariamente a su condición de fuerza gobernante. Pues bien, el gobierno centrismo y el gobiernismo, merced a su gravitación ideológica y factual, opaca, distorsiona o, lisa y llanamente, impide la apertura y desarrollo de una reconstrucción como la señalada. Y ello ocurre así, porque lo que se supone serían procesos renovadores o reconstructores terminan constriñéndose a cuestiones de programa de gobierno, de políticas públicas, de candidaturas, etc.

En definitiva, una de las causas de la permanencia de la enfermedad endémica de la Concertación está en que insiste en recetarse medicinas basadas en lógica puramente gubernamental. Lógicas que derivan de una experiencia que ya ha cumplido su ciclo y marcha hacia su obsolescencia. Lo que la Concertación requiere es re-energizarse como cultura política de centro izquierda moderna, para desde ahí reconstruirse como alternativa gubernamental futura.

¿Qué tiene que ver todo esto con los numerosos presidenciables socialistas? Mucho, pero aquí se destacan sólo dos de esos vínculos y que no tienen nada de simpáticos.

En primer lugar, las candidaturas o precandidaturas –especialmente las de Alejandro Navarro y de Jorge Arrate- en lo esencial traducen el asunto de la búsqueda del deber ser de izquierda del PS en los nuevos contextos históricos. Son liderazgos que se alzan para representar una opción de radicalización del socialismo como contra tendencia a las dinámicas que asumieron las renovaciones del PS y que han licuado su cualidad izquierdista.

Y en segundo lugar, las cuatro candidaturas forman parte de la atrofia señalada más arriba, es decir, “gobiernocentralizan” y “gobiernizan” un conflicto que corresponde, por excelencia, al plano del pensamiento histórico, de la reflexión teórica y política, de definiciones conceptuales, etc. Qué duda cabe que, al entremezclar esos planos con candidaturas, lo que cobra relevancia son los nombres de los presidenciables, los alineamientos en virtud casi exclusiva de tales nombres, los mecanismos para seleccionar, etc.

Estos apresuramientos, un tanto frívolos, como se dijo, pueden terminar siendo un contaminante que conflictúe más gravemente al PS, sin aportar un ápice a su reconstrucción político-cultural.

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