Los liceos rurales que logran Doctorados y exportan técnicos a Nueva Zelandia

Mientras la educación técnico-profesional es criticada por su baja empleabilidad, en los liceos que administra una filial de la Sociedad Nacional de Agricultura 110 alumnos se han perfeccionado en el extranjero.

por Elizabeth Simonsen

El camino entre Panguipulli y Puerto Montt demora tres horas. Desde ahí se empalma con una barcaza hasta Chaitén. Diez horas. Luego, hay seis horas más hasta La Junta. En total, 19 horas. Ese es el camino largo que recorrió José Loaiza (14) al salir de vacaciones para ir a su casa en La Junta, un pueblo que marca la entrada a la Patagonia chilena. El corto: Tres horas hasta Puerto Montt. Dos horas de avión hasta Balmaceda. Seis horas hasta La Junta. Once horas de ruta, donde debe estar todo coordinado para evitar que José se quede abajo.

José podría haber seguido el camino de su madre y de la mayoría de los mil habitantes de La Junta: quedarse con los ocho años de estudio que ofrece la escuela del pueblo. Prefirió irse al Liceo People Help People, de la fundación del mismo nombre y administrado por la Corporación de Desarrollo Social Rural (Codesser). El liceo es uno de los 21 establecimientos que administra Codesser, dependiente de la Sociedad Nacional de Agricultura, y donde cursan la enseñanza media, nueve mil alumnos, la mitad de los cuales vive interno.

Los liceos se han convertido en una herramienta de movilidad social. Si, en promedio, seis de cada diez alumnos de liceos técnicos proviene de los dos primeros quintiles, los de Codesser están en el extremo: los profesores les consiguen zapatos o les pagan la barcaza que el domingo los trasladará de vuelta al colegio. Sus padres, cuando están presentes, son trabajadores del campo, que autosubsisten y sólo terminaron la básica.

Pero mientras entre los primeros, la matrícula ha bajado hasta el 44%, la empleabilidad llega a 66% y los sueldos a 170 mil pesos, según la U. de Chile; en Codesser el panorama es distinto. El 90% de los alumnos tiene empleo o estudia después de egresar, las empresas van a buscarlos a los liceos y 110 estudiantes han partido a especializarse al extranjero: 73 a Nueva Zelandia, otros a Argentina e Israel. Otros 12 viajarán en septiembre a perfeccionarse en vitivinicultura en Borgoña, Francia. Incluso, algunos de sus ex alumnos son hoy doctorados.

"Muchos escolares en Chile dicen: 'para qué estudio si seguiré donde mismo'. Acá, el chico sabe que se le abren puertas", dice Arsenio Fernández, secretario general de Codesser.

De Río Negro a Nueva Zelandia

Ricardo Huenumán egresó en 2007 del Liceo Vista Hermosa de Río Negro, Décima Región. Al colegio lo fue a buscar un empresario con vínculos en Nueva Zelandia. Partió directo a la ciudad de Riverton. Ni siquiera conocía Santiago. Lo más lejos que había llegado era a Valdivia.

Allá, se levantaba antes de las 4 AM. Y mientras acá cinco personas trabajan en una lechería de cinco vacas, él, junto a otros tres compañeros, se encargaban de 650 cabezas. Su sueldo: $ 650 mil al mes, lo mismo que un periodista recién egresado.

Después, le ofrecieron contrato. Y más sueldo: $ 900 mil. Estuvo dos años, pero volvió. "Quería convencerme de que en Chile puedes ganar un buen sueldo", dice. Fruto de su estadía, le compró a su padre un auto. También ayudó en la casa, donde antes vivían sólo con los $ 160 mil con los que el padre, ayudante de cocina del liceo, alimentaba cinco bocas.

Una combinación de varios factores hace posible el cambio: profesores con altas expectativas; directores bien pagados, que son autoridad en el pueblo y gestionan personalmente acuerdos; y una estrecha relación con el mundo privado. En cada escuela hay un consejo empresarial, integrado por firmas como Colún. Ellos tienen voz y voto en las decisiones de cada escuela, incluso, firman cheques.

Por ejemplo, detectan que el futuro de la industria agrícola estará en los berries, por lo que los colegios han incorporado a su currículo técnicas de riego especializado en estos cultivos. También han detectado qué competencias blandas se requieren en el mundo real -responsabilidad, empatía, trabajo en equipo-, las que son trabajadas entre los alumnos, como parte del plan Emprendimiento para la Vida. Por ejemplo, los de cuarto medio trabajan la responsabilidad, asumiendo el rol de monitores de sus compañeros. "El que llega a estos colegios debe sacarse de la mente que su abuelo, bisabuelo y tatarabuelo eran pobres", dice Fernández.

También la rutina es clave para cambiar el switch. La jornada despunta a las 6.30. Antes de partir a clases, cada uno ha hecho su cama y entre todos el aseo. Las clases se prolongan hasta las 18.00 y desde allí los jóvenes estudian o hacen las tareas. La luz se apaga sin misericordia a las 22 horas.
"Uno de los problemas de la educación en sectores pobres es que cuando el niño llega a su barrio, retrocede. Acá no. Es impresionante ver a los niños que llegan como pollitos y cómo salen: dispuestos a conquistar el mundo", dice Sergio Haeger, director del Liceo Vista Hermosa.

Por eso, a José Loaiza no le importa vivir en el liceo de lunes a viernes y trasladarse a una pensión en Panguipulli los fines de semana. Tampoco ir a su casa sólo en vacaciones. Él quiere ser chef profesional. "Ser más", dice, empequeñecido ante la mirada del director. Es un pollito, pero habrá que ver de qué es capaz cuando cumpla 18.