Aportaciones a un debate sobre el discurso de Camilo Escalona
Escrito por José Miguel Ahumada. Juventud Socialista, Cientista Político.
Quisiera ocupar este espacio para comentar algunas ideas en base a los recientes dichos del Cro. Camilo Escalona, tanto en la entrevista que dio en el último número de la Revista Punto Final como en lo que escuché en su discurso que brindó en la actividad de homenaje al natalicio de Allende hecho por comunal del PS de Renca.
En la revista Punto Final el cro. Escalona nos da una importante matriz tanto teórica como política sobre lo que sería el socialismo hoy. Buena o mala, es una matriz al fin. El “legado de Allende” (que el cro. Escalona lo asocia, al parecer, al deber ser del socialismo chileno) sería básicamente la idea de profundizar políticas sociales dentro de un contexto democrático-liberal, donde dichas políticas asistenciales profundizarían la democracia, dando una base material cada vez más equitativa para una efectiva participación en el espacio público (que se asocia, actualmente, al procedimiento electoral). “Socialismo” no sería un proyecto totalizante, un “metarrelato” que se impone, sino un constante proceso de mayor bienestar social vía la asistencia estatal. “¡El objetivo final no es nada, el movimiento lo es todo!” grita alegremente Eduard Bernstein, importante teórico del socialismo de la II Internacional.
El mismo Allende, según el cro. Escalona, lo que buscaba no era, por tanto, un modelo particular de socialismo (“Allende nunca habló en esos términos. No codificó dentro de un esquema la idea socialista” afirma en la entrevista), sino que “socialismo” se asocia a “aspirar permanentemente a una sociedad más justa sobre la base de la profundización de la democracia”. Así, socialismo pasa de un proyecto político de transformación social de los pilares estructurales de un particular tipo de orden social (capitalista) a una especie de “moral” individual que se fundamenta en la búsqueda de “justicia” y, lo que es ya hoy un cliché, “profundización de la democracia” (a otros que les guste hablar con neologismos y con frases rimbombantes podrían decir, “radicalizar la democracia”, en fin, la idea es la misma). En síntesis, socialismo se insertaría en una base moral (de nuevo, “el legado de Allende” sería justamente eso, de hecho, Escalona afirma, “Allende no nos dejó un catecismo para recitar de memoria y por el cual haya que orientarse, sino que nos entregó un mandato político y moral…”), donde, ocupando el aparato estatal, se busca mejorar el bienestar de la sociedad civil.
Lo que dice el cro. Escalona es perfectamente legítimo, no podemos acusarlo de “vendido” o que su interpretación sería falsa (¿quién posee la verdad en ese caso?), pero sí podemos hacer explícito lo que en su discurso es implícito, podemos encontrar la estructura dentro del cual surgen sus propuestas, o en términos althusserianos (sé que no es la moda, pero va al caso) podemos encontrar la problemática teórica que hace de matriz dentro del cual se gestan dichas afirmaciones, en síntesis, encontrar los criterios de enunciación de su discurso.
Ya hemos dicho que el socialismo en el cro. Escalona se asociaría, consideramos, a una especie de moral del político profesional que debe, desde sus asientos del parlamento proponer conjuntos de policies para la sociedad civil. En primer lugar, el cro. Escalona sólo puede afirmar dicho proyecto en forma consecuente, si observa a la sociedad civil como un complejo contrapuestos de grupos de interés que tratan de influir vía sus representantes en el gobierno, gobierno que se observaría como una condensación de múltiples intereses de determinados grupos de la sociedad, condensación de poderes compartidos y ampliamente distribuidos, y el Estado como un actor imparcial que hace de matriz del gobierno. La visión “pluralista” del Estado se observa en todos los poros del discurso del cro. Escalona.
El problema no es si ese modelo es normativamente “socialista” (mal que mal, el socialismo no tiene su propia teoría, hoy mismo podemos ver enfoques feministas, postmodernos, neomarxistas, postmarxistas, etc. que se insertan en movimientos socialistas), sino si tiene capacidad heurística, si nos permite dar cuenta de proceso sociales que ocurren en la realidad concreta. Los acuerdos de TLC llevados a cabo por los gobiernos de la Concertación difícilmente se acomodarían a los axiomas del enfoque que legitima el discurso del cro. Escalona. Las negociaciones, los puntos a tratar, los objetivos propuestos por los equipos de negociación del gobierno, fueron no solamente desarrollados dentro de un muy reducido conjunto de tecnócratas, sino en constante diálogo con la SOFOFA, CPC y la Sociedad Nacional de Agricultura. En temas más estructurales, el superávit fiscal y el equilibrio macroeconómico (control de la inflación) como fines de Estado, responde a la reproducción no de la “sociedad civil” (signifique lo que signifique), sino de un orden social muy específico y donde el campo económico está sujeto a decisiones de los gremios antes nombrado. En estos ejemplos, (abstractos claro está, pero nos ayudan a llegar al punto) no vemos grupos de intereses contrapuestos que debaten en un campo neutro donde se acumulan las exigencias, por el contrario, vemos una muy particular articulación entre específicos grupos sociales empresariales y aparato burocrático, que en conjunto delimitan los marcos de acción del Estado. Si de enfoques del Estado se trata, considero que el neocorporativismo y la visión del Estado de tipos como Claus Offe (afirmando la necesaria dependencia estructural del Estado liberal a su la capacidad impositiva a la sociedad, que sólo se desarrolla si el empresariado, en base a su control de la esfera productiva, desea dar un “voto de confianza” al momento de invertir), daría mayor cuenta de estos procesos que el pluralismo arraigado en el discurso de Escalona, pluralismo que pasaría de un enfoque explicativo, a una ideología legitimadora de este neocorporativismo.
Lo anterior, nos lleva al campo de la democracia. Gran parte del discurso del cro. Escalona gira en torno a lo que fue la nueva importancia que le dio la renovación socialista al tema de la democracia (con intelectuales de la talla de Bobbio) después de un siglo de ácidas críticas por parte del marxismo a la democracia “burguesa” y “formal”[1]. El socialismo sería dentro de los marcos establecidos de la democracia, o no sería. Solamente podemos hacer socialismo desde los asientos del parlamento y del poder ejecutivo, ya que la democracia, como particular sistema de gobierno, sería un espacio libre de coacciones externas, la democracia, por tanto, es vista como el espacio encuentro libre entre propuestas de país diferentes que se sujetan a elección popular. Ahora bien, si la democracia no tiene estructuras que filtren determinados proyectos de país (que permitan ciertos temas y otros no, que cierre puertas a determinas inquietudes e incentive otras) es la batalla “cultural” la que se debe gestar, y a eso justamente camina el Cro. Escalona cuando afirma “Desde mi punto de vista, estamos en plena reconstitución de una fuerza que aspire a ser culturalmente dirigente de la sociedad chilena.”[2] Con lo anterior, tenemos el esquema desde donde se legitima el proyecto político del Cro. Escalona.
Estado como espacio externo al conflicto propio de la sociedad civil, gobierno como lugar de influencia de múltiples grupos de interés, de poderes compartidos dentro del mismo gobierno, que hacen de base para la creación de las políticas públicas que generen la base material para una sociedad equitativa, y la tarea dar un batalla “cultural” (reduciendo “cultura” a convencer que votes socialista el día de las elecciones y que la “derecha es mala”) del PS para ganar las próximas elecciones con el fin de ser parte del aparato burocrático que administrará aquella institución específica.
El tema es que la visión de Escalona del socialismo sólo puede ser eficaz y consecuente si aceptamos sus axiomas del estado, sociedad civil y agentes de cambio. Su discurso político está arraigado en una problemática que posee sus propios valores y aspiraciones (elegir más representante en el Parlamento y aparato ejecutivo), identifica una actividad crucial en la sociedad (acción “cultural”), concentra el análisis en un tipo de unidad (sociedad civil y grupos de interés), atribuye el cambio a una particular dinámica social (políticas públicas), y propone específicas vías de acción política y gubernamental (propuestas de ley). Ahora bien, ¿estamos de acuerdo con su visión, con su estructura de análisis de la realidad?
Si ya hemos planteado que en el caso del TLC y los consensos económicos difícilmente podemos entenderlos a cabalidad dentro del esquema que hace de pilar del discurso del cro. Escalona, algo similar podemos plantear en lo relativo a la democracia. Tal como han afirmado ya varios cientistas políticos, no existe la democracia en abstracto, siempre existe inscrita en una estructura social particular, con su propio modelo de desarrollo, y forma de instituir la producción. La democracia chilena se inscribe en una estructura más densa y de “larga duración” que organiza el territorio en términos de mercancías para el proceso de acumulación, la economía neoliberal, y en cuanto tal, la producción y distribución no está sujeta a mecanismos “democráticos”. El Estado, como ya dijimos, sólo puede desarrollar políticas públicas (base del discurso de Escalona) si tiene un mecanismos impositivo que le genere la base material para tal desarrollo, pero esa misma base material ya está instituida en términos de acumulación, sujeto a principios ordenadores muy lejanos a la democracia (maximización de utilidades) y que el Estado debe, estructuralmente, asegurar para su propia eficacia política. El Estado está sujeto a la acumulación; sin inversión, no hay producción, sin producción no hay excedente que se pueda invertir en las políticas del gobierno, y sin lo anterior, no hay democracia. El modelo de desarrollo neoliberal genera la necesidad imperiosa de crear un “clima de inversiones positiva” para la inversión, reduciendo el debate político a temas de policies y dejando los temas de Política a los acuerdos con los gremios empresariales (así fue con la Agenda Pro Crecimiento, así fue con el TLC, así es con todo lo relacionado a la economía).
Si concuerdan algo con lo anterior, el modelo que hace de pilar del discurso del cro. Escalona se quiebra. La democracia ya no es tan neutra y ajena a determinaciones externas, el Estado ya no es tan independiente de estructuras de poder privadas (ajenas al acuerdo democrático), la sociedad civil no es ya un lugar de debates entre grupos de intereses horizontalmente ordenados y la cultura ya no es solamente el ir a votar por socialistas (antes bien, sería descodificar a la gente de su inscripción en un discurso capitalista que los busca asimilar a mercancías, y re insertarlos en discursos que busquen mostrar a la gente como ciudadanos con capacidad crítica y con deseos de controlar democráticamente sus propios espacios), y por lo tanto, la propuesta directamente política del cro. Escalona de la profundización democrática y la equidad se vería seriamente puesta en jaque, ya que el espacio dentro del cual se gesta esa idea tendría serios problemas de veracidad.
El Estado mismo tiene sus propios campos de acción, al igual que la democracia actual tiene sus propios límites de debate (no vayan a cuestionar el modelo de desarrollo!), que a la vez, le imponen límites serios a la propuesta de profundización democrática como acción diaria en el gobierno que nos ofrece el cro. Escalona. Su visión no observa grupos sociales con capacidad de movilizar la producción y hacer presiones determinantes si se cuestionan las instituciones que le permiten su acumulación, por el contrario, se desvanecen como “grupos de intereses”. Si no tenemos la capacidad de vislumbrar tanto teórica como prácticamente dichos campos determinantes ajenos al control democrático, difícilmente podemos generar un Estado social y participativo que vaya más allá de subsidiar, vía asistencias sociales, las “externalidades negativas” propias del mercado. Ese es el punto más débil de la propuesta analizada y esa ausencia hace de síntoma, consideramos, de una incapacidad estructural de la problemática planteada.
Lo que he hecho es un intento de debatir sobre los temas que trata el cro. Escalona desde una posición realmente política, que no se sustente en las críticas básicas y más viscerales que racionales de que dicho discurso es “vendido”, “amarillo” o que el cro. Escalona no es “socialista” o cualquier otra cosa (que dominan en las conversaciones de pasillo, pero que en general nunca se hacen explícitas cuando se da la oportunidad). Creo que debatir los presupuestos implícitos de su propuesta de país, nos permite descubrir sus reales falencias, los límites de su capacidad de hacerle frente a las desigualdades estructurales y reconocer el hecho que como partido hemos asumido –vía nuestra dirigencia en su totalidad- las instituciones político económicas como nuestras (como propias de la sociedad civil y de la democracia), y no como impuestas por la derecha y el empresariado vía el último recurso para mantener viva la hegemonía capitalista resquebrajada por primera vez en la historia durante la UP, la violencia pura y dura.
Fuente: Revista Masiva
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario