SCHILLING: LA TRANSICION AL DESNUDO
Escrito por Hugo Mery
Al flamante diputado designado le penan los métodos que usó “La Oficina” en contra de los grupos rebeldes subsistentes a la dictadura. Ahora debió contestar también por qué no se llama a elecciones complementarias para llenar las vacantes en el Congreso.
La designación como diputado de Marcelo Schilling, para reemplazar al fallecido Juan Bustos, puso al desnudo muchas de las características de la particular democracia chilena. Desde luego, la partidocracia, al poner en acción su poder, no sólo se proyectó negativamente ante la ciudadanía, sino también al interior de la colectividad involucrada, provocando una nueva fisura entre la mesa directiva y la disidencia a ella integrada, hasta ahora.
Después de los emotivos funerales de Estado de quien fuera gran defensor de los Derechos Humanos, vinieron los conciliábulos de un reducido grupo de dirigentes y el encogimiento de hombros de los ciudadanos. Al fin y al cabo, Schilling no es el único parlamentario designado subsistente, desde que se eliminara la figura de los senadores que no necesitaban pasar por el escrutinio popular. Andrés Allamand es un senador designado, a instancias de Lavín, quien obtuvo que la UDI le permitiera correr solo, sin disputarle el sillón destinado a la Alianza. Lo mismo había ocurrido antes con Alberto Espina. A otros, como Eduardo Frei y Sergio Romero sus coaliciones le pusieron o un competidor débil o un portador de votos del mismo partido. Son argucias que franquea el sistema binominal que las bancadas de la Concertación no han querido realmente modificar.
Para el reemplazo de los inhabilitados por muerte (Jaime Guzmán), sentencia judicial (Lavandero) o asunción como autoridad en otro Poder (Frei), entre varias causales, los partidos lograron que ya no asuma el compañero de lista –generalmente de un partido aliado-, sino quien indique la familia política directa del camarada que parte. Y tan partidocrático es el nuevo mecanismo que ni siquiera se consideró el reemplazo de los independientes y sí el de los “descolgados” por el partido bajo cuya bandera se eligieron.
Era mejor el sistema que rigió en la anterior República: la convocatoria a una elección complementaria. Un grupo de diputados que incluye al concertacionista independiente Alvaro Escobar quiso reponer esto en un proyecto presentado en julio de 2007, siempre que la inhabilidad no se produzca un año antes del fin del mandato parlamentario. Las elecciones complementarias eran útiles, porque permitían a partidos y presidenciables tomar el pulso del electorado, aunque fuese en una zona acotada. Alguna vez el escrutinio fue desencadenante, como el “naranjazo” que en 1964 comenzó a sepultar las posibilidades de Salvador Allende frente a un Frei Montalva que la derecha corrió a apoyar.
Hoy todo se hace a través de las encuestas, las que para la última presidencial tuvieron al menos la virtud de imponer a una candidata ajena al establishment partidario, pero que igual fue nombrada graciosamente por las cúpulas, como casi todos los candidatos a parlamentarios.
La designación de Schilling puso también en foco otro lado oscuro de la transición: el desarticulamiento por “La Oficina” de los grupos rebeldes armados que subsistieron a la dictadura, con métodos sobre los que el flamante diputado –que jugó en aquel organismo un rol preponderante- tiene que dar muchas explicaciones todavía, y que le van a penar siempre, aunque trate de dilucidarlos en las memorias que ya ha anunciado para cuando se jubile.
(Comentario transmitido por radio Universidad de Chile Noticias, radio 102.5 FM).
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario